Origenes

 

En el siglo XVII, el famoso filósofo y científico francés Blaise Pascal, a muy temprana edad, inventaba lo que él mismo denomino "máquina calculadora " que, aunque claramente más rudimentaria que las actuales, ya definía las trazas de la mecánica de éstas. El principio de funcionamiento era similar al del primitivo ábaco, es decir, utilizaba el sistema de numeración decimal, pero las primitivas varillas del tradicional instrumento chino habían sido contruidas por un número determinado de ruedas dentadas, de forma que al rodar diez dientes de la primera rueda avanzaba un diente de la segunda; al rodar diez dientes de la segunda lo hacía un diente de la tercera y así sucesivamente.

 

Evidentemente, dicha máquina sólo servía para sumar y restar y además, dado que utilizaba la única tecnología imperante en la época basada en supuestos mecánicos, su utilización era más bien tediosa y estaba sujeta a numerosos incovenientes. De hecho, el aspecto fundamental de esta primera máquina de calcular no radicaba en su utilidad (a menudo resultaba mucho más rápido realizar las operaciones manualmente) sino en el concepto mismo de máquina calculadora que Pascal, con la perspectiva de futuro que caracteriza a todos los grandes genios de la humanidad, supo entrever en su complicado artefacto.

 

Inspirados en este diseño, un siglo más tarde otros científicos trataron de emular a Pascal y construyeron máquinas que, como la del científico alemán Mattieu Hahn en el año 1779, podía realizar las cuatro operaciones aritméticas fundamentales. Sin embargo el mátematico alemán Leibnitz quien se adelantó más al desarrollo y construyó, por primera vez, una máquina que sirviera de enlace entre un problema y su resolución. Así, el científico alemán diseño un artefacto que permitía, además de las tradicionales sumas y restas, la realización de operaciones de multiplicación y división mediante adiciones y substracciones acumuladas respectivamente. Podemos asegurar que en ese momento había nacido la primera máquina calculadora propiamente dicha.

 

La máquina, igualmente basada en supuestos mecánicos, utilizaba cilindros dentados con diferentes longitudes en sus incisiones a las que se ajustaban otros engranajes de tamaño más reducido que representaban cada uno una cifra del multiplicando. Cada vuelta completa del conjunto de los engranajes largos aumentaba en una cifra el número indicado por los engranajes cortos o multiplicando. El número de vueltas efectuadas por los engranajes largos determinaba por su parte la cifra asociada al multiplicador. Por supuesto, la importancia de este artefacto desde su perspectiva actual radica más en su concepción como instrumento matemático de trabajo en sí (en este caso la idea de la máquina como puente entre un problema y su resolución) que en la realidad de sus principios mecánicos de funcionamiento.